viernes, 11 de enero de 2008

Maria, gracias por dejarme robar tu relato


Ayer, no lo había hecho nunca por que no lo sabía, cliqué el nombre de Berta y apareció su perfil, y me di cuenta que en cada una de sus preferencias se podía entrar. A ella le gusta relacionarse, y cuando puse el cursor encima de la palabra. Apareció la dichosa mano para clicar. Así lo hice y surgió un abanico de Blogs con gente que también quieren relacionarse, así que fui mirando hasta que llegué al Blog de Maria, que además de relacionarse decia que una de sus preferencias estaba una especial (lo digo así por que no me acuerdo de las iniciales). Desconozco este tema, pero siempre he querido saber sobre él así que fui curioso y entré. Encontre a una persona sensible, y me encantó su escrito. Le solicité colgarlo en nuestro Blog y aceptó.

Os dejo uno de sus escritos para que juzguéis vosotr@s mismos. Sólo he copiado y pegado, incluso cuelgo la misma foto que tiene colgada en su Blog.


Quisiera poder describirle, dibujar un boceto con palabras, crear una imagen perfecta de su rostro, su sonrisa, su mirada.
Podría decir que cuando sus ojos se posan en mí, se me alborota el vientre, que su voz puede cubrirme de azotes o caricias con tan sólo un sutil cambio de matiz. Sería tan sencillo como explicar que el delicado aroma de su cuello y su pecho me transportan a ese lugar dónde sólo los sentidos marcan el tiempo.
Pero si tuviera que definirle, si fuese preciso un retrato fiel y riguroso, entonces, mi Señor, sólo hablando de sus manos podré lograrlo.
Manos de noble artesano, de exquisito alfarero. Manos que esculpen y tallan. Manos de humilde carpintero que dan forma y tornean sin prisa, sin pausa, manos que acarician la silueta creada hasta rozar el alma.
Manos de hombre, manos de Amo.
Son sus manos las únicas capaces de enderezar mis renglones torcidos, manos que se tornan garras al apresar mi carne, manos que doman, dirigen, ordenan.
Manos que arrancan gritos, lágrimas, susurros, manos que amordazan y silencian, manos que amansan y contienen bríos, que se enredan en mi pelo y me gobiernan.
Quisiera, cada noche, volverme un ovillo entre sus dedos, perderme en el inmenso universo de sus manos, embriagarme con las historias que me cuentan sus líneas entrecruzadas. Hundir mi cara entre sus palmas, cerrar los ojos y aspirar hasta que la fragancia de su piel acaricie cada fibra de mi ser.
Me vuelvo agua, mi Señor, Usted lo sabe, cada vez que el dorso de su mano roza mis labios. Cuando, beso a beso, asciendo por los sinuosos senderos de sus venas, brazo arriba, y me detengo en la cálida curva interior de su codo. Anido allí sólo un instante, tiempo de abrir los ojos y buscar los suyos, tiempo de apaciguar los redobles de un corazón que amenaza con estallarme tras los dientes y derramarse después de vuelta a sus manos.
Y de nuevo me pierdo entre ellas, me escondo, me busco, me ahoga el miedo de no saber darles tanto como recibo, de no saber dárselo al dueño de esas manos que es también el Dueño de mi boca y mis deseos.
Deseos que crecen y se esponjan al sentir cada dedo suyo penetrando entre mis labios, buscando el roce de mi lengua, como hábiles sexos obstinados. Dedos a los que mi boca hace el amor con ternura, dedos que eyaculan caricias sobre mi cara.
Es en esos momentos en que, sin saber quién soy ni lo que soy, soy más yo que nunca. Tal vez la niña de falda tableada que busca, desvalida, su protección. Quizás la perra que apoya la cabeza sobre su muslo y le mira, con ojos de almendra, mendigando una caricia. También la gata que ronronea panza arriba relamiéndose los bigotes, o... No sé, puede que sólo una mujer, esa mujer incapaz de esconder el estandarte que ondea en el centro mismo de mi pecho, bandera bordada con su nombre en hilos de plata, divisa que sus manos cierran en torno a mi cuello y a mi vida.
De nuevo sus manos, siempre sus manos, mi Señor.
Manos entre las que no necesito fingir, manos me que conocen mejor que yo misma, sabias manos capaces de tallar el sentimiento más puro que se oculta entre las costuras de esta sumisa desastrosa e imperfecta.
Y es ahí, mi Rey, sólo entre sus manos, donde me siento feliz, plena, capaz de quererle con toda el alma, capaz de olvidarme del mundo que me rodea, capaz de convertirme en la perra fiel que lame con total adoración las manos de su Amo.
Escrito por María: Hembra y señora que cada hora cambia la piel, dulce serpiente de cascabel, flor de alquitran, lluvia que llueve, besos con sal.
Para los que quieran saber más, la dirección de su blog es: http://clandestinamujer.blogspot.com/

2 comentarios:

Mustafa Şenalp dijo...

very nice a blog :)

LuLLy, reflexiones al desnudo dijo...

Desde mi blog: Reflexiones al desnudo
Una vez escribí sobre las manos de mi amor. Es una de las partes más sensuales de un hombre, te felicito por descubrir a María y a ella por darse a conocer a través de este majestuoso y sensible escrito femenino.

Abrazos afectuosos!